Entrevista Estaferia Ayerana – Autor: José A. Ordóñez / Fotografía: Camilo Alonso


La madurez creativa de un pintor allerano: KIKER

Entrevista a KIKER para la revista “Estaferia Ayerana”.
Aller, Julio del 2016

Enrique Rodríguez, Kiker, nace en 1949, como el mismo dice, “en un hórreo en los Corraones, oficiando de parteru mi padre Ovidio y Constantina, mi güela”. Hoy este pintor eclético, multidisciplinar y casi autodidacta, es uno de los más reconocidos del panorama artístico asturiano y nacional, con decenas de premios y exposiciones a sus espaldas. En plena madurez creativa, sigue experimentando cada día con nuevas expresiones artísticas como si aún fuera aquel niño que pintaba en las “llábanas” de los tejados de las cuadras de su lugar natal. Visitamos a Kiker, Camilo y yo, en su piso estudio de Gijón, y más tarde en su casa de Escoyo. Nos sorprendió la inmensa energía que desprende, cada día con nuevos proyectos, como ese arte efímero que ahora le da por pintar en la playa de San Lorenzo “para que se lo lleven las olas cuando sube la marea”. Contemplamos con los ojos asombrados su enorme colección de arte, sus cuadernos de viajes, los objetos variopintos que ha acumulado durante años de vagar de un sitio a otro, sus últimas creaciones en delicadas cajas de metacrilato, los restos de decenas de exposiciones que atiborran los pasillos y huecos de la casa, cada uno con su historia y su vida a cuestas. Hablamos de arte y sobretodo de la vida, de sus recuerdos, tan ligados al concejo de Aller, y con una gran amabilidad y delicadeza contestó a nuestras preguntas que transcribimos a continuación.
 
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¿A ser pintor uno nace o se hace?, porque de acuerdo con tu biografía pareces haber nacido con los pinceles en la mano.

A ser pintor se nace y se hace uno con el tiempo. Más que pintar quería hacer cosas con las manos, transformarlas. No conocía ningún pintor. Quería ir a una escuela de pintura pero no había ninguna en Moreda. Conocía de oídas a Hevia, el Relojero y a Machón.

¿Qué queda aún de aquel niño de los Corraones que pintaba en las “llábanas” de los tejados en el KIKER de ahora?

Mi afición al dibujo y a hacer cosas con las manos viene de mi padre y de mi güelu Jamín. Eran unos manitas y lo hacían casi todo. Con 10 años empecé un curso por correspondencia CEAC. Me apunté a la Falange para jugar al ping-pong y salir por las noches. Además fui monaguillo con Don Custodio.

Al igual que muchos de los niños de aquella época tu biografía dice que pasaste por el Colegio nacional o por el de frailes de la Salle de Caborana. ¿Guardas algún recuerdo útil de aquella época?

Asistí al Colegio Nacional en el Campo, frente a la iglesia. Recuerdo dos profesores Don Cayetano y Don Celso. También fuí con los hermanos de la Salle en Cabonara. Como estudiante solo sacaba sobresaliente en Dibujo. Jugaba al fútbol, al piocampo, a las chapas y a cambiar cromos y tebeos. De los amigos del barrio del Cármen recuerdo a Juan Acebal “el de Irunda!”, ahora un buen escritor y poeta astur-murciano. Juan “el de Amelia”, Celso, y los Reginos de “Regina”. Jugábamos en la escombrera y teníamos una cabaña en “Picu Moros”. En verano nos bañábamos en la Tablera, Río Negro, Oyanco y Cabañaquinta, el Benidorm del concejo. Íbamos a buscar a los Reyes Magos hasta el Fielato y con antorcha los acompañábamos hasta Moreda. Recuerdo las fiestas “del Carmen” y “San Isidro” (por esas fechas las mejores sardinas que comí fué en “La Parrina”). Aunque no estaba bien visto, los amigos nos pintábamos en Carnaval, y en los juegos de indios y vaqueros yo era el hechicero. Nunca salía sin bloc, lápiz y navaja.

Recuerdo el campamento en Pola de Gordón de la Caja de Ahorros con los amigos de Moreda Roberto “el Bala”, Cote y Armando.

Otros recuerdos son el quiosco de la Mundina, ver trabajar al boteru del Caleyu, la panadería junto a la farmacia del cocodrilo, el economato junto al Pozu San Antonio donde vivía la güela Gelina, el puente de la Casa Nueva y el aserradero del Pozu San Antonio donde me surtía de tablillas para hacer cosas. Los domingos misa, cine a las 12 y con mi padre a la partida de billar en el centro de Educación y Descanso. Por la tarde fútbol en Sotielli del Santiago de Aller. Siempre nos colábamos. Yo cosí algún balón del equipo y uno que me quedé. Amigos Tino, Aladino, Bayón, Longo, Solís, Marcelino, Miguel Ángel,…

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De Moreda tu familia da el salto definitivo a Gijón, la gran ciudad fabril de aquella época y parece que se va perfilando tu pasión por la pintura y el arte. ¿Qué te hizo enfocar definitivamente tu carrera hacia la creación artística?¿En qué momento decidiste que querías ser pintor?¿ O eso es algo que uno no se da cuenta hasta que ya lo es?

A los 14 años nos trasladamos a Gijón y con ganas de empezar a pintar. Trabajo un año en la Bohemia española y empiezo a pintar en ese estudio de Giagar, Joglar y Floro, tres pintores que daban clase. Al año me apunto a la escuela de Bellas Artes del Instituto Jovellanos. Más que recibir clases la uso de estudio y coincido con los pintores Humberto, Jaureguizar, C. Roces, Roberto Díaz Orossia y Bartolomé. Allí hago mis primeros cuadros y por la noche frecuento La Cultural Gijonesa o “Peceru” (partido comunista) y colaboro pintando en algún Día de la Cultura en la Carbayera de Granda. De esa época son los primeros premios de pintura al aire libre y primeras exposiciones en la Cultural Gijonesa y en la Caja de Ahorros de Asturias en Gijón. La información cultural era mínima, por ejemplo el ABC de los domingos y la Estafeta Literaria. Faltaban años para que Juan Cueto fundara los Cuadernos del Norte.

En algún momento de la década de los 60 te lías la manta a la cabeza y te vas a París, como hicieron tantos otros que fueron o serían artistas.

Si, por esa época llegan ecos de París, la “Meca del Arte” y de movimientos estudiantiles. No me lo podía perder, así que con 17 años, 5.000 pesetas y un caballete cogí el ALSA a París. Por si lo necesitaba llevaba una carta de presentación para el pintor Orlando Pelayo, de su madre, que nunca usé. Al llegar pregunté por Montmartre y la Plaza de Tertre y alquilé una habitación en Pigalle, en el hotel Du Cheval Blanc. Más que los museos lo que me interesaba era la vida en la calle. Hacía retratos en la Plaza y pasábamos la noche en las escaleras del Sacre Coeur.

Para mí el éxito siempre fue el poder vivir de mi trabajo, la pintura que es lo que hice siempre. En París descubriría a los expresionistas alemanes, y en especial al ruso judío Chaim Soutine.

Regresas a Gijón y un día alguien importante te compra unos cuadros y a partir de entonces te parece que ya puedes vivir del arte.

Si, ya un día en Gijón llego a la buhardilla y estaba mi amigo allerano Oscar Luís Tuñón con el presidente del INI, Guerra Zunzunegui. Me compró tres cuadros de temas mineros. Fueron 17.000 pesetas y hasta que no las gasté no volví por el estudio. Emulando “la Boheme” de Charles Azvanour.

En los setenta compras una casa en Escoyo, esculpes figuras en las piedras de las paredes en y el hórreo, e incluso celebras un Festival o Jornada de la pintura en esa localidad. ¿Qué te llevó a volver? En algún sitio leí que incluso tenías planes para hacer un museo en la escuela con obra donada, pero la administración – o el Ayuntamiento- no te apoyó. ¿Cuéntanos algo de lo que pasó en esa época?

No quería perder el contacto con los orígenes y en los años setenta compré una casa frente a los Corraones, por mediación de mis amigos Juan Corra y Aurora en Escobio de Vega (en la iglesia de Vega me bautizaron). Desde entonces la uso como estudio y para trabajar la madera. En estos años la escuela estaba sin niños, abandonada, así que quise darle vida y que sirviera para algo cultural. Hablé con los alcaldes del momento y no lo veían claro (los políticos, a la cultura, siempre la ven borrosa), pero no tenía gastos y me dieron las llaves -con reticencia de los vecinos que pensaban que quería apropiármela. Puse la idea en marcha sin ayudas, aunque si con buenas palabras.

El domingo 3 de junio de 1976 se hace el 1º Día de la Pintura-Taller de Arte de Escobio de Vega, coincidiendo con la fiesta del pueblo. A primera hora todos los rincones estaban llenos de pintores de concejo, de Oviedo y de Gijón. El pregón lo dió el escritor gijonés Javier Vallín en una escuela abarrotada de emoción, aunque había un pensamiento soterrado ¿Qué sacará haciendo esto? Lo de “por amor al arte” lo entienden muy pocos. Al final del día se dieron los premios. El jurado fueron los mismos pintores. Fué un día inolvidable. La edad de los participantes era de 5 a 50 años. Sería anual coincidiendo con la fiesta local, alternando pintura, escultura y cerámica.

La idea del “Museo” o Taller de arte” era ceder una o dos semanas la escuela a un artista que trabajara y viviera en ella, a condición de dejar algún trabajo para el “Museo”, dar charlas, coloquios o talleres por los colegios del concejo. Yo tenía lista de espera de artistas de todo el país a los que les gustó la idea, y querían venir a ceder una obra para el proyecto. Los gastos del ayuntamiento serían mínimos: luz y una mano de pintura. Lo demás corría por mi cuenta. La manutención en mi casa o por cuenta del artista. La escuela tenía dormitorio, cocina y baño. Hoy está en ruinas.
 

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Después de esos años parece que se te ve ya poco por Aller, o al menos eso dice la gente, aunque aún conservas la casa de Escobio. Desde entonces parece que oficias más de Allerano en Gijón que en Aller.

Nunca perdí el contacto con el concejo. Raro es el mes que no paso por Moreda de camino al Alto Aller. Suelo parar en la Teyka o Casa Pachu. A veces coincido con Sellaño, Iráculis, Pinín, María Eugenia o Marcelino de Piñeres. Paso por les Colomines, cruzo la vía y bajo al río donde me bañaba. Todavía sigo teniendo familia en Moreda. Pito y Encarna en la Casa Nueva. Recuerdo Boo donde, con doce años aprendí a hacer zapatos con mi padre ya jubilado de la mina. El día que llegúe a Gijón, los zapatos de ante que llevaba los había hecho yo.

Volviendo al arte, a tu oficio de pintor, sin duda has tenido ya una larguísima carrera con decenas de exposiciones y de premios y una buena cotización en el mercado del arte. Eres ya uno de los decanos del arte asturiano, uno de los pintores más conocidos y valorados ¿Qué te falta?

La idea y el proceso es lo importante. Cada día es el primero. La obra terminada -si se puede decir así- es algo muerto. Como algunos museos. Lo que tiene verdadero interés es el trabajo y la lucha por conseguir lo que siempre se escurre como una trucha: “la perfección, la Obra Maestra”. El arte no relaja. Es trabajo y duda.

Los expertos dicen que el eje de tu obra es “la condición humana” y sin ninguna duda la figura humana -sobre todo esos personajes oníricos, marginales- han sido y son parte fundamental de tus cuadros, esculturas, cerámicas… sin embargo muchos de los pintores de tu época han derivado hacia la abstracción y tú no. ¿Siempre me he preguntado por qué?

El tema no tiene importancia. Sí el resultado. Siempre hay temas recurrentes. El mío es el “Hombre y su Circunstancia”. También en mis paisajes, flores, bodegones o abstracciones, en el fondo, late el ser humano. Siempre los extremos: izquierda-derecha, abstracción-figuración. En lo primero eficacia empresarial y obrera, en lo segundo magia y misterio. Y ante todo la libertad.

Quién te conoce como pintor sabe que tienes una fuerza creativa agotadora. Cada año pareces renovar tema, estilo, técnicas, en una batalla contra el tiempo o contra ti mismo. Es como si quisieras agotar todo el espacio del arte. Renovarse o morir. Solo conozco un pintor con una fuerza similar, “Aurelio Suarez”, el pintor surrealista e inclasificable de Gijón. ¿Hay algo o mucho de él en tu pintura, o son solo figuraciones mías?

A Aurelio Suarez me lo presentó mi padre cuando pintábamos en un taller de cerámica en Gijón, en el que trabajaba Aurelio decorando cerámicas. Me dijo: este señor es pintor de cuadros y su mujer es del concejo de Aller. Desde entonces sé que asistía a mis exposiciones. Él me lo decía: “voy a tus exposiciones los últimos días, cuando hay menos gente”. También Don Ramón Ibaseta, amante del arte y familiar suyo, me decía en alguna ocasión cuando llegaba tarde al estudio (me visitaba todos los días): “La culpa fue de Aurelio. Me dió un concierto de flauta y saludos para ti”. Los dos admirábamos al Bosco y a Brueghel.

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“Comienzo a trabajar sin ideas preconcebidas y la obra surge como un juego de amor y muerte”, dijiste en una entrevista hace unos años. Me cuesta creerlo. Da la impresión que cada de tus cuadros, series, temas está pensado y medido al milímetro. Que no das una pincelada sin saber de antemano los resultados. ¿Qué dices a eso?

Si sé de antemano el resultado de la obra no lo hago. Me gusta los accidentes, usar el azar y poner mi orden cuando quiera. Hay veces que parto de una idea y dejo que lla marque el camino, influyendo solo lo mínimo. A veces cierro los ojos para sorprenderme con el resultado. En los encargos me ciño al tema, pero con libertad.

“Tampoco tengo horarios ni reglas”, dices, pero yo sé que los pintores trabajáis durante horas y horas. Muchos piensan que los artistas solo trabajan “cuando están inspirados” pero eso es un cuento chino ¿o no? 

Alguien dijo “Que las musas te pillen trabajando”. El arte es creación. Lo importante es la idea. Plasmarla es cuestión de oficio. El creador no tiene horario, ni sueldo. No desconecta y solo, muy de vez en cuando, el trabajo le regala un soplo de felicidad.

Y cuando ya te falta poco o menos para llegar a esa edad en la que todo el mundo decide que ya está bien, que ya se merecen una jubilación… tu ¿Vas a morir con la brocha puesta?¿ Los pintores nunca se retiran?

Siento por mi trabajo lo mismo que a los 14 años. El problema es de “chapa y motor”, por mucho que visites el garaje siempre falta algo. Por lo demás tengo la misma ilusión y ganas de sorprenderme.

Y puesto a echar cuentas sobre lo hecho y lo vivido ¿Sueñan todos los pintores con que al final de su vida les hagan un museo que preserve sus obras para la posteridad y sea así recordado por los tiempos de los tiempos? Después de todo eres uno de los pintores más reconocidos y valorados de Aller y de Asturias.

Los museos “Cementerio” no me gustan. La gloria, saraos exposiciones, marketing, etc… los evito siempre que puedo. El artista hoy tiene que ser actor, cantante, gracioso, besamanos, modelo y dar leche. La cultura necesita de los gobiernos de turno, que no la miren de reojo, sino de frente. Que no se pongan medallas y que pierdan ese miedo ancestral a todo lo relacionado con el arte. El arte es ante todo acción, y la mejor obra es la que está sin hacer.

Unas semanas después KIKER nos recibe en su casa de Escobio: una diminuta aldea agarrada a la ladera de la montaña que, como muchas otras, se va llenando de silencio y vaciando de almas. La casa y hórreo con sus balcones de madera mirando la valle y al lugar donde nació, rezuma arte por todas las paredes y recovecos. Esculturas talladas en piedras y dinteles, cuadros y antigüedades atestando los muros encalados. Es un museo vivo como solo los artistas saben hacerlo. Miramos la escuela abandonada donde hace 30 años soñó su proyecto que pudo haber cambiado el pueblo para siempre. No hay tiempo para la nostalgia. Al niño que pintaba en las “llábanas” de las cuadras aún le queda mucha vida por delante y muchos proyectos que terminar. La casa de Escobio tal vez sea, después de todo, la mejor de sus obras. Una obra que vive y cambia con el paso de las estaciones y del tiempo, y así hasta la eternidad.

 
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